Soplaste con tu viento, el mar los cubrió; se hundieron como plomo en las impetuosas aguas, se hundieron de la vista como una caída en picado, y las violentas olas del gran mar dieron testimonio de la gloria del Creador. Así concluye la segunda estrofa del himno.

Y sucedió que mientras Aarón hablaba a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube. Esta aparición confirmó la reprensión y la promesa dadas por boca de los embajadores del Señor, y de paso les indicó que Dios podía manifestarse en medio de ellos incluso en los yermos del desierto que ahora se extendían ante ellos.

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