Pero tú, a saber, Jerusalén, como representante del pueblo escogido del Señor, confiaste en tu propia belleza, ya que ella ganó poder, influencia y el respeto de otras naciones, y se prostituyó en el adulterio espiritual y en buscar la amistad de las naciones paganas, a causa de tu renombre, al permitir que el nombre que tenía entre otras naciones la llevara a la idolatría y a leguas de idólatras, y derramara tus fornicaciones sobre cada charla que pasaba, invitando a las abominaciones paganas; su era,a saber, la belleza que ella entregaba a todo transeúnte. Esto es significativo al describir lo que en realidad equivalía a una ansiedad por parte de Israel de participar en la adoración pagana.

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