entonces, cualquiera que oiga el sonido de la trompeta, siendo consciente de la señal y su significado, y no advierta, rehusando y descuidando prestar atención a su amonestación, si la espada viene y se lo lleva, su sangre será sobre su propia cabeza, la culpa recaería sobre él solo, la mentira no tendría a nadie más que a él a quien culpar.

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