Entonces cualquiera que oyere el sonido de la trompeta, y no se apercibiere; si viniere la espada y se lo llevare, su sangre será sobre su cabeza.

Si la espada viene y se lo lleva, su sangre será sobre su propia cabeza: metáfora de las víctimas del sacrificio, sobre cuyas cabezas solían poner sus manos, rezando para que su culpa fuera transferida sobre las víctimas.

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