Y sucedió que cuando Dios me hizo alejarme de la casa de mi padre, le dije: Esta es tu bondad que me harás: en todo lugar adonde vayamos, di de mí: Mi hermano es. Esta fue una explicación, un intento de defensa, pero una excusa cuestionable en el mejor de los casos, que él no había supuesto que los hombres temían a Dios en la tierra de Abimelec, que en consecuencia temía por su vida a causa de Sara, que había hecho un pacto con su esposa para que se hiciera pasar por su hermana.

El Señor muy bien podría haberlo protegido a él y a su esposa sin esos medios cuestionables. La Biblia no nos esconde las debilidades y flaquezas de los santos, pero las dice con franqueza para nuestra advertencia. Si participamos honestamente en la obra de nuestro llamamiento, no necesitamos recurrir a subterfugios para salvar nuestras vidas. Sin la voluntad de Dios, no se puede tocar ni un cabello de nuestra cabeza.

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