Está en el poder de mi mano hacerte daño; pero el Dios de tu padre me habló anoche, diciendo: Mira, no le hables a Jacob ni bueno ni malo. La banda que Labán había traído era de hecho lo suficientemente grande como para infligir un daño severo a Jacob, y fue solo el temor al castigo de Dios lo que lo disuadió de seguir su inclinación. En este punto, la animosidad de Labán evidentemente le hizo olvidar toda prudencia y traicionar su amargura y su verdadera intención.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad