29. Está en mi poder. La frase hebrea es diferente, "mi mano es poderosa"; sin embargo, el significado es claro, Labán declara que está listo para vengarse. Algunos interpretan las palabras así: "mi mano es de Dios"; pero en otros lugares se ve que la palabra אל (el) se toma por poder. Pero Labán, inflado de vano jactancia, se contradice a sí mismo; pues aunque Dios le había prohibido intentar algo contra Jacob, ¿dónde estaba el poder del que se jactaba? Vemos, por lo tanto, que se precipita por un impulso ciego, como si, a su antojo, pudiera hacer cualquier cosa en contra del propósito de Dios. Pues cuando percibe que Dios está en su contra, aún no duda en gloriarse de su propia fuerza; y ¿por qué es esto, a menos que pretendiera ser superior a Dios? En fin, el orgullo es siempre compañero de la incredulidad; de manera que los incrédulos, aunque estén vencidos, no cesan de levantarse impetuosamente contra Dios. A esto añaden otro pecado, que se quejan de ser oprimidos injustamente por Dios.

Pero el Dios de tu padre. ¿Por qué no reconoce a Dios como su propio Dios también, a menos que sea porque Satanás ya había fascinado su mente de tal manera que eligió vagar en la oscuridad en lugar de dirigirse hacia la luz que se le presentaba? De buena gana o a regañadientes, se ve obligado a someterse al Dios de Abraham; y aún así le priva de la gloria que le corresponde, al retener a esas deidades ficticias con las que había sido engañado. Vemos entonces que los impíos, incluso cuando han tenido pruebas del poder de Dios, no se someten por completo a su autoridad. Por lo tanto, cuando Dios se manifiesta a nosotros, también debemos buscar del cielo el espíritu de mansedumbre, que nos doblegue y nos someta a la obediencia hacia Él.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad