Y él lo supo y dijo: Es el abrigo de mi hijo. El amor agudizó la vista de Jacob de modo que no tuvo dificultad en reconocer el abrigo. Una bestia maligna lo devoró; José está sin duda hecho pedazos: despedazado, despedazado es José. Así, el padre fue engañado por el engaño de sus hijos, llegando a la conclusión que pretendían.

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