Entonces Judá se acercó a él y dijo, dando un paso adelante en su gran agitación: Oh mi señor, te ruego que tu siervo hable una palabra en los oídos de mi señor, y que tu ira no se encienda contra tu siervo; porque eres como Faraón. Su petición fue hecha con la mayor humildad, con plena conciencia de su propia indignidad.

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