Porque aún siete días, haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y toda sustancia viviente que he hecho, la destruiré de sobre la faz de la tierra. Primero habían sido años de respiro, pero ahora el tiempo se ha reducido a unos pocos días, enfatizando así una vez más la fatalidad inevitable. La destrucción iba a ser traída sobre la tierra por un diluvio inaugurado por una lluvia constante de cuarenta días y cuarenta noches, e iba a incluir toda la creación animada, todo lo que tenía su propia existencia separada, todo lo cual debía ser borrado de la faz de la tierra.

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