Porque el hombre tenía más de cuarenta años a quien se le mostró este milagro de curación.

Pedro y Juan fueron llamados nuevamente a la reunión del concilio, y se les dio a conocer la resolución en su interpretación más estricta. De ninguna manera debían pronunciar una palabra ni enseñar sobre el nombre de Jesús. No deben, ni siquiera en una conversación privada, y mucho menos antes de una asamblea pública, hablar o enseñar una sola cosa acerca de Jesús. Fue una prohibición sumaria y completa.

Pero tanto Pedro como Juan, haciendo caso omiso de su propia seguridad, así como incluso de la apariencia de conveniencia, declararon sin vacilar su propósito de ignorar la orden del Sanedrín. Y al afirmar esto, apelaron modesta pero firmemente a la conciencia de los jueces. Si es de acuerdo con el derecho y la justicia ante Dios obedecerlos a ellos en lugar de a Dios, deben juzgar por sí mismos. Actuando como ante Dios y siguiendo los dictados de la verdad y la justicia eternas, no nos atrevemos a guardar silencio.

No puede ser correcto obedecer al hombre en contra de la voluntad y el mandato de Dios. Es imposible para nosotros no decir lo que hemos visto y oído. Todo es posible para los creyentes en Cristo, pero es imposible para ellos guardar silencio en lo que respecta a la Palabra y la honra de Dios y de su Señor Jesucristo. Porque el silencio en ese caso equivale a la negación, y la negación significa caer en desgracia.

De modo que la negativa desafiante se manifestó ante el Sanedrín, cuyos miembros se encontraron incapaces de reaccionar. Se vieron obligados a contentarse con otro, con una seria amenaza adicional sobre lo que sucedería si se atrevían a desobedecer. Así que este fue el triste clímax del esfuerzo vengativo del Sanedrín. Se vieron obligados a despedir a los dos apóstoles; no había ningún caso, ninguna razón por la que pudieran castigarlos.

Y su miedo a la gente fue otro factor que advirtió la prudencia. Porque todos los hombres estaban llenos de alabanza hacia Dios por el milagro que se había realizado, un hecho aún más notable ya que el ex lisiado no solo había sido cojo desde su nacimiento, sino que tenía más de cuarenta años cuando fue sanado. En privado y en secreto, por supuesto, los miembros del consejo alimentaban su resentimiento, firmemente decididos a aprovechar la primera oportunidad que se les ofrecía para asestar un golpe decisivo.

Nota: Los verdaderos cristianos están llenos de celo misionero dondequiera que vayan y en todo lo que emprendan. Y cuando los hombres intentan obstaculizarlos, cuando el gobierno prohíbe la predicación del Evangelio, se niegan a acceder a la voluntad de los hombres y son obedientes a Dios, que les ha ordenado confesar a Cristo, predicar el Evangelio.

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