y mi mano halló como nido las riquezas de los pueblos, y los localizó con mano experta; y como se recolectan los huevos que quedan abandonados por la madre ave, yo recogí toda la tierra, y no hubo quien moviera el ala, en defensa, o abriera la boca, o miré, en protesta aterrorizada. Todas las naciones se habían inclinado en muda resignación bajo la mano del poderoso asirio, y por esto se atribuyó todo el mérito. Pero el profeta responde con una reprimenda de amarga ironía:

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