Y el niño de pecho, el lactante, jugará en el agujero del áspid, en la entrada de la cueva de la víbora, y el niño destetado pondrá su mano sobre la guarida de la víbora, o extenderá su brazo para tocar el ojo resplandeciente. del basilisco, las serpientes venenosas habiendo perdido todos sus viciosos hábitos. Toda esta descripción poética se explica ahora:

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