Pero ellos, los hombres de Judá, también los que estaban en el muro, callaron y no le respondieron una palabra, porque un solo comentario imprudente podría haber causado un gran daño; porque el mandamiento del rey decía: No le respondas.

Entonces, después de que Ezequías hubo presentado su asunto ante el Señor en oración, Isaías, hijo de Amoz, envió a Ezequías, diciendo: Así ha dicho el Señor, Dios de Israel, mientras que tú me has orado contra Senaquerib, rey de Asiria:

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