Tú, a quien tomé de los confines de la tierra y te llamé de sus principales hombres, desde sus más remotos rincones, y te dije: Mi siervo eres tú; Te elegí y no te deseché. Note cuán excelentemente encaja esta descripción con los creyentes del Nuevo Testamento, y cuán plenamente la gloria de nuestro llamamiento a Su reino se le da solo a Jehová. Por tanto, las palabras de aliento del Señor ganan en belleza con cada nueva lectura; cada palabra, de hecho, como dice un comentarista, respira el amor más ferviente.

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