Sacúdete del polvo, donde ella había ocupado el asiento de los dolientes, levántate y siéntate, oh Jerusalén, en el trono que era propiamente su lugar; Libérate de las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sion, que todavía es considerada aquí como una nación desterrada, pero con las cadenas de su cautiverio rotas.

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