Ninguna arma que se forme contra ti prosperará, ninguna podrá atacar a la Iglesia con éxito duradero; y toda lengua que se levante contra ti en juicio la condenarás, quedando la Iglesia victoriosa también contra los esfuerzos de toda ciencia falsamente llamada para refutar la verdad del Evangelio. Esta es la herencia de los siervos del Señor, a saber, que pueden vencer a todos los enemigos, y su justicia es mía, dice el Señor, siendo Él solo la Fuente de su salvación. Esta promesa es el poderoso Amén de Jehová al final de este capítulo, una fuente de consuelo para los creyentes de todos los tiempos.

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