REFLEXIONES

¡LECTOR! ¿No nos uniremos a este aleluya, para la redención de la iglesia gentil, cuando nosotros, como gentiles pobres, tenemos, o deberíamos tener, tanto interés en ella? ¿Ha concedido Jehová la salvación, y concedido el arrepentimiento para vida también a los gentiles? ¿Y no glorificaremos a Dios por el don inefable? ¿No sabéis, no habéis sentido, no ha abierto Dios el Espíritu Santo vuestros ojos para que veáis, que una vez estábamos lejos, extranjeros a la comunidad de Israel, y ajenos al pacto de la promesa, sin esperanza y siendo sin Dios en el mundo? Y ahora somos acercados por la sangre de Cristo; casado con Jesús, y hecho heredero de Dios, y coheredero con Cristo? ¿Y no cantaremos el cántico de salvación a Dios y al Cordero? ¡Oh! para que la gracia entre en el pleno disfrute personal de esta dulce escritura,

Y ¡oh! ¡Bendito, glorioso y bondadoso esposo de tu pueblo! ¡Te saludamos como nuestro hacedor, redentor, fiador, esposo, amigo! ¡Tú eres en verdad el Santo de Israel, el Dios de toda la tierra! Tú eres en verdad, en un mismo momento, nuestro Ishi, nuestro Jesús; porque has dicho: Estoy casado contigo, dice el Señor; y te tomaré a ti, uno de la ciudad y dos de una familia, y te llevaré a Sion. Trae, Señor, a todos tus redimidos donde tú estás, para que contemplen tu gloria, porque tú has dicho: donde yo estoy, allí estará mi siervo.

Y tú, bendito Jesús, hasta que vengas a llevarte a casa todos tus rescatados, cumple todas esas bonitas promesas, para el gozo de nuestra alma. Las aguas de Noé no cubrirán más la tierra, ni el Señor se enojará con los redimidos en Jesús. Aunque los montes se derritan ante tu presencia, tu pueblo contemplará tu rostro con gozo. Jesús enseñará, Jesús consolará, Jesús será la porción de sus afligidos.

Escuchen, enemigos de la cruz, escuchen lo que nuestro Dios ha dicho, en estas dulces promesas, y abandonen todos sus intentos infructuosos de herir a su ungido. No se fabricará ningún arma para herirlos; para el herrero, el hacedor de armas está bajo el control de nuestro Dios. Tanto la herencia como la justicia del pueblo de Dios están en él; entonces, ¿cómo puede alguien fallar? Sed ahora, pues, sabios, enemigos de mi Dios, porque el que es la porción de su pueblo será la gloria y la defensa de su pueblo. Oiga todo enemigo y tiemble; Cualquiera que se junte contra alguno de los pequeños de Cristo, caerá por causa de Cristo. ¡Aleluya! Amén.

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