Bienaventurado el hombre que hace esto, débil y mortal como él mismo es en su propia persona, y el hijo del hombre, descendiente de padres pecadores y mortales, que se aferra a él, es decir, al observar el pacto hecho en el Sinaí, que guarda el día de reposo de contaminarlo, ya que fue el día en que la comunión bendita entre Dios y su pueblo se enfatizó con más fuerza, y guarda su mano de hacer cualquier mal.

Al instar a guardar el sábado y observar las exigencias de la justicia, el profeta no insiste en una mera observancia mecánica externa de la Ley, sino que desea volver a la fidelidad del antiguo pacto.

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