Nadie clama justicia, orando al Señor con verdad y rectitud, ni nadie clama por la verdad, literalmente, "en fidelidad", confiando en la sana condición de corazón y mente, es decir, no hay nadie que sea sincero en la fe y vida; confían en la vanidad, en la perfección de sí mismos que imaginan, y dicen mentiras, creyendo que pueden impresionar al Señor y esconder su hipocresía ante Él; conciben maldad y dan a luz iniquidad, y los planes malvados que han trazado sirven para producir su propia destrucción.

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