Y me regocijaré en Jerusalén y gozaré en Mi pueblo, en la Iglesia que Él mismo fundó, siendo este gozo del Señor evidente en toda la Biblia; y la voz del llanto no se oirá más en ella, ni la voz del llanto, las lágrimas por la miseria de esta vida terrena se secarán a la luz misericordiosa del rostro de Dios.

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