Manasés, Efraín; y Epraim, Manasés, en una forma de guerra civil en la que la mano de cada hombre se volvería contra su vecino; y juntos estarán contra Judá, porque el odio que se produjo entre Israel y Judá continuó en la nación incluso tan tarde como el sitio de Jerusalén por los romanos, cuando su egoísmo asesino alcanzó su punto culminante. Por todo esto, su ira no se apaga, sino que su mano aún está extendida; porque si los pecadores no prestan atención a Su advertencia aquí en el tiempo, Su destrucción estará sobre ellos por toda la eternidad.

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