Pero a las naciones que someten su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirven, las dejaré en su propia tierra, dice Jehová, sin someterlas a la vergüenza de la deportación; y la labrarán y habitarán en ella. Los déspotas orientales estaban satisfechos si las naciones aceptaran su soberanía y pagaran el dinero de sus tributos, recurriendo a medidas más severas solo cuando una nación se negaba obstinadamente a someterse. Siempre es así que la desgracia y la destrucción sobrevienen a los que siguen la guía de los falsos profetas.

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