Ahora, por tanto, sabed con certeza que moriréis a espada, de hambre y de pestilencia, en el lugar adonde deseáis ir y residir. Fue una última advertencia solemne, que, sin embargo, los judíos obstinados seguramente no tomarían en cuenta, al igual que tantas advertencias similares desde entonces han sido desatendidas para daño de los incrédulos.

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