Al ruido de las pisadas de los cascos de sus fuertes caballos, al estruendo de sus carros y al retumbar de sus ruedas, todos expresivos del poder caldeo, los padres no mirarán atrás a sus hijos, negando así incluso el afectos naturales, por la debilidad de las manos, una impotencia general que se apoderó de ellas, haciéndoles imposible siquiera pensar en defenderse,

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