Que se oscurezcan las estrellas de su crepúsculo, negándose a ser los heraldos del alba y continuando así la oscuridad; que busque la luz, pero no la tenga, condenada a la eterna maldición de las tinieblas; ni le dejes ver el amanecer del día, literalmente, "las pestañas del amanecer", por las cuales podría refrescarse y llenarse de placer;

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