Pero en cuanto a las ciudades que se detuvieron en su fuerza, cada una en su altura o colina, como solían construirse las ciudades del interior, Israel no quemó ninguna de ellas, aunque las derrocó o destruyó, excepto Hazor solamente; que quemó Joshua. Estas ciudades permanecieron en sus antiguas ubicaciones, muchas de ellas surgieron de sus ruinas a un nuevo esplendor.

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