Ahora, pues, dame este monte del que habló el Señor en aquel día, la región montañosa de Hebrón; porque oíste en ese día cómo estaban allí los Anakim, los gigantes que habían llenado de miedo el corazón de los exploradores, y que las ciudades eran grandes y valladas, fuertemente fortificadas; si el Señor está conmigo, ese es su más sincero deseo y su oración, entonces podré expulsarlos, como dijo el Señor. Como Josué no había guarnecido estas ciudades después de conquistarlas, los Anakim habían regresado y las habían reconstruido.

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