Todo su pueblo suspira, con la calamidad del hambre severa como motivo más de gemidos, buscan pan; han dado sus cosas agradables como carne para aliviar el alma, sin que los objetos de valor sean demasiado preciados, en esta emergencia, donde la cuestión es salvar vidas. Su gemido surge en una súplica ferviente: Mira, oh Señor, y considera, que me he vuelto vil, objeto de miseria. El primer paso del verdadero arrepentimiento es un reconocimiento pleno e inequívoco de la propia pecaminosidad y la correspondiente confesión libre de ella al Señor.

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