Y el sacerdote ofrecerá uno en expiación y el otro en holocausto; y el sacerdote hará expiación por ella delante de Jehová por el resultado de su inmundicia. Si bien la menstruación ordinaria no requería sacrificio, este flujo anormal, al ser una inmundicia que alejaba a Dios, hacía necesaria una ofrenda de expiación, porque el Señor quería la pureza física externa como una marca y expresión de limpieza interna en todos los miembros de Su pueblo.

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