Y el sacerdote hará arder su memoria, parte de su trigo molido y parte de su aceite, con todo su incienso; es una ofrenda encendida al Señor. Sin duda, agradará al Señor si, además de los sacrificios regulares en las buenas obras, estamos dispuestos a ofrecerle en cantidades extraordinarias, si Él nos ha bendecido en una medida extraordinaria.

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