Tus coronados, los príncipes vasallos, son como langostas, y tus capitanes, los comandantes de sus ejércitos, como los grandes saltamontes, que acampan en los setos en el día frío, demasiado helados para usar sus alas; pero cuando sale el sol, huyen, y no se sabe dónde están. De manera similar, el ejército asirio desaparecería de la vista; no sería evidente para resistir a los invasores.

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