Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Porque no me creísteis, porque no habían puesto firme, incondicional y confiadamente su humilde confianza en Su palabra, para santificarme a los ojos de los hijos de Israel, para dar testimonio ante el Señor. A los ojos de los hijos de Israel, que Él era el Santo, por tanto, no introduciréis a esta congregación en la tierra que les he dado.

Ninguno de los dos tendría este privilegio, ya que por su celo carnal y disgusto habían distorsionado y oscurecido ante los ojos del pueblo la imagen de Jehová mismo; ninguno de ellos entraría en la Tierra Prometida. El descontento ocasional que se manifiesta en la vida de los cristianos, aunque por lo general es un pecado de debilidad, es muy desagradable a los ojos del Señor y, a menudo, trae alguna evidencia de Su desagrado sobre los ofensores.

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