v. 7. Los labios de los sabios esparcen el conocimiento, arrojándolo sobre el país como buena semilla, que dará una rica cosecha; pero el corazón de los necios no lo hace así; al no tener sabiduría, no puede difundirla, no está en la dirección correcta y, por lo tanto, es completamente incompetente para enseñar a otros.

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