v. 20. El de corazón perverso, torcido y malicioso, no halla bien, nunca prosperará; y el que tiene una lengua perversa, una lengua descarriada, una que no es consistente, pero que vientos y se retuerce para adaptarse a la ocasión, cae en la maldad, sumergiéndose en un merecido castigo.

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