Señor, ¿qué es el hombre para que conozcas de él, otorgándole favores tan maravillosos, o el hijo del hombre, un ser humano ordinario y frágil, para que le rindas cuentas? El mero hecho de que Dios le preste alguna atención llena a David con un sentido de su propia insignificancia, ya que contrasta su propia nada, y la de la humanidad en general, con la grandeza de un Dios tan misericordioso.

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