Te he invocado, es decir, en la capacidad en la que se describió a sí mismo, como un hijo de Dios que podía señalar legítimamente la justicia de su vida, porque tú me escucharás, oh Dios, de esto David estaba seguro. Inclina tu oído hacia mí, en la actitud de la más cuidadosa atención, y escucha mi discurso.

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