El Señor es mi Roca, su escondite seguro, y mi Fortaleza, su Fortaleza, que ofrece refugio y seguridad, y mi Libertador; mi Dios, mi Fortaleza, su Roca de las Edades, firme, inamovible, en quien confiaré; mi Escudo , el gran escudo que protegía todo el cuerpo de las heridas, y el Cuerno de mi salvación, siendo el cuerno del altar la figura de la fuerza protectora y la liberación victoriosa, y mi Torre alta, inaccesible a los enemigos. Habiendo dado así la razón de su firme confianza, el salmista relata algunas de las ocasiones en las que su confianza estaba justificada.

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