Las palabras de su boca eran más suaves que la mantequilla, con aceitosa hipocresía, pero la guerra estaba en su corazón; sus palabras eran más suaves que el aceite, goteaban suavidad y buena voluntad, pero eran espadas desenvainadas, todo su comportamiento era hipocresía y engaño. David clama para su propio consuelo:

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