No los mates, no sea que mi pueblo olvide, olvidando la lección de su castigo con su total remoción; esparcirlos, desviarlos, arrojarlos al desierto, con tu poder, y derribarlos, humillarlos ante todos los pueblos, oh Señor, escudo nuestro. De esta forma, el destino de los enemigos serviría como un ejemplo continuo de advertencia.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad