que el enemigo persiga mi alma, en justa retribución, y se la lleve; sí, deje que pisotee mi vida sobre la tierra, pisoteándola hasta su extinción, y ponga mi honor, su dignidad personal y oficial, en el polvo, llevándola a la más profunda humillación. Selah. Es solo el sentido de su inocencia lo que puede darle a David la seguridad expresada en esta oferta, que ahora es seguida por un llamado a vengarse de sus errores.

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