Oh, que la maldad de los impíos llegue a su fin, poniendo fin a su tortura de los creyentes; sino establece a los justos, protegiéndolos en su justa causa; porque el Dios justo prueba los corazones y las riendas, los afectos y los motivos del hombre que lleva el nombre de su supuesto asiento. Con esta certeza, la oración de David gana en confianza.

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