Pondré también Su mano en el mar, en el poder omnipotente de la Deidad comunicado a Su naturaleza humana, y Su diestra en los ríos, impartiéndole la autoridad ilimitada del poder divino. Jesucristo, incluso en el estado de Su humillación, era el Dios todopoderoso, Creador y Conservador del mundo.

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