Los montes se derritieron como cera ante la presencia del Señor, ante la presencia del Señor de toda la tierra, a quien se le había dado dominio y soberanía ilimitados. La Palabra del Señor sale con gran poder; o derrite los corazones endurecidos y obra fe en ellos, o trae el juicio de Dios sobre los que rechazan maliciosamente el mensaje de salvación, convirtiéndose en ellos en olor de muerte para muerte. Él, el Mesías, es el Señor, el gran Gobernante de toda la tierra.

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