Vanidad y lujo egoísta condenados

Isaías 3:13 ; Isaías 4:1

Este párrafo comienza con la majestuosa figura de Jehová mismo, que se levanta para juzgar a los malhechores y defender la causa de los pobres. El profeta enumera las baratijas de las mujeres de Israel, que se habían entregado al lujo y la corrupción. La mujer es la sacerdotisa y profetisa del hogar y la religión, y cuando abandona el nivel de influencia espiritual por el del adorno físico, la sal ha perdido su sabor y toda la comunidad sufre.

La virilidad de una tierra se pierde, moral y espiritualmente, cuando la mujer cae de su alto estado; y no habría esperanza para Jerusalén hasta que el fuego divino hubiera consumido la inmundicia de sus hijas y el egoísmo opresivo de sus hijos. Entonces, una vez más, cada hogar en Jerusalén tendría los mismos signos benditos de la presencia divina que una vez se le habían otorgado al Tabernáculo: la nube que sombrea durante el día y el resplandor del fuego Shekinah durante la noche. ¡Reclamemos estos también para nuestros hogares!

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad