En este capítulo tenemos quizás una de las historias más familiares del Antiguo Testamento. Sin embargo, hay ciertos puntos de interés que deben tenerse especialmente en cuenta. El primero es la conexión de Acab con Abdías. En cuanto a la lealtad de Abdías, no cabe duda, y resulta extraño que este hombre sea encontrado, elegido y mantenido por Acab a su lado. ¿Revela una convicción subyacente acerca de la verdadera relación de Jehová con su pueblo? Si es así, es aún más triste mostrar cómo un hombre puede ser degradado hasta que usa la verdad simplemente para servir a sus propios fines.

El encuentro de Acab y Elías, y sus primeras palabras el uno al otro, sugieren una verdad de valor perpetuo. El alborotador de una nación nunca es aquel que en lealtad a la justicia procede contra el pecado, aunque sea un forastero. Es más bien aquel a través de cuya corrupción se corrompe una nación, el que perturba a la nación a pesar de ser rey.

La historia de la prueba de fuego está llena de majestad y no necesita comentarios. En todo momento, la figura solitaria de Elijah es el centro de interés, ya que con tranquila dignidad se opone a los males combinados de la corte corrupta y el sacerdocio. Su vindicación por el fuego de respuesta de Dios fue completa.

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