Aquí comenzó un nuevo orden, el profético. Por supuesto que había habido profetas antes, pero con la llegada de Elías el oficio fue elevado a importancia nacional. A partir de este momento, en la economía del gobierno divino, el profeta es superior al rey. En la actualidad encontraremos reyes cuyos corazones estaban puestos en la reforma, pero incluso su obra se debe a la inspiración de algún profeta de Dios a través de quien se da a conocer a los hombres Su voluntad.

La repentina aparición de Elijah fue sorprendente y dramática. Hasta el día de hoy existen dudas sobre su nacionalidad y parentesco. En medio de la oscuridad reinante, flameó como un relámpago sobre la historia. Sus primeras palabras declararon su autoridad. Afirmó que Jehová, el Dios de Israel, vivía y anunció que en el mensaje que estaba a punto de dar hablaba en nombre del entronizado Jehová.

La acción divina al enviar a Elías, y el método adoptado con respecto a él, es muy notable. Toda la autoridad y protección terrenales fueron dejadas de lado por ser innecesarias. Dios protegió de la manera más sencilla a su mensajero junto al arroyo y en Sarepta. Su primera aparición fue para pronunciar juicio. La nación se había materializado por completo y el primer golpe cayó sobre las cosas materiales. Los cielos no debían dar lluvia. El juicio así anunciado cayó inmediatamente, mientras que el profeta pasó fuera de la vista de la corte y el pueblo al cuidado divino, que era simple y perfecto.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad