El sentido de David de su peligro aumentó hasta que se volvió casi pesimista, y dijo en su corazón: "Ahora moriré un día por la mano de Saúl". ¿Y quién puede maravillarse o culparlo? De hecho, largo y cansado había sido su período de sufrimiento.

Toda la historia es parabólica. El rey ungido fue expulsado por el rey rechazado. Todo esto se repitió mucho después en la historia del único Rey verdadero. La diferencia, sin embargo, es marcada. Ningún temor hizo jamás acobardar al Ungido. También habló, y con frecuencia, del hecho de que los hombres lo matarían, pero siempre terminaba con la profecía de Su resurrección y victoria final. Además, nunca pasó a los filisteos en busca de refugio. Esto lo hizo David, yendo a vivir a Gat.

Desde allí realizó incursiones ocasionales contra otros antiguos enemigos de su pueblo, y con éxito. Para ocultar esto a aquellos entre los que habitaba, fue conducido al expediente de la falsedad.

Cuando un hombre se encuentra en una posición falsa, por mucho que desee ser fiel al propósito divino, inevitablemente corre grave peligro de violar algún principio fundamental de su lealtad. Es imposible ver a David refugiándose en Gat sin sentir que se había permitido perder esa clara visión de Dios que lo había hecho invencible contra Goliat.

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