Llegó ahora la crisis del juicio predicha por Samuel a Elí. Fue un ataque filisteo contra el pueblo, en el que murieron un gran número, entre ellos los dos hijos de Elí. Al enterarse de la noticia, Elí mismo murió, al igual que la esposa de uno de los hijos al dar a luz a un niño, cuyo nombre al morir pronunció Icabod.

Era un nombre terrible y significativo, que indicaba que la gloria de Jehová se había ido.

Quizás la enseñanza más significativa de esta historia se deriva de una consideración de la acción de los hombres de Israel en presencia del ataque de los filisteos. Al darse cuenta de su peligro y con la esperanza de salvarse de alguna manera, llevaron el Arca de Dios al medio de la refriega. Fue un uso completamente supersticioso del Arca, y fue completamente inútil. Los filisteos tuvieron miedo, pero fortaleciendo sus corazones, avanzaron, obtuvieron una gran victoria y capturaron el Arca misma.

Cuán a menudo los hombres que han descuidado a Dios y los ritos y ceremonias de Su adoración, esperan en alguna crisis salvarse mediante el uso supersticioso de algunas de las cosas santas de la fe.

Siempre no solo es inútil, sino blasfemo. En cualquier momento de peligro, un retorno genuino a Dios es valioso; pero intentar hacer uso de cosas sagradas para procurar seguridad personal es la peor forma de blasfemia.

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