En este punto de la historia se produjo un cambio, sorprendente y lleno de significado en la vida de Samuel. En el silencio de la noche una Voz lo llamó por su nombre. Tres veces respondió yendo a Eli. Por fin, Elí reconoció que la Voz era la Voz de Dios que le hablaba al muchacho, y le dijo a Samuel que respondiera por sí mismo.

Este fue el comienzo de la comunicación divina directa con él. Ya hemos leído que había ministrado ante el Señor y, sin embargo, no lo había conocido directamente hasta ahora.

Esto en sí mismo es una hermosa revelación de la verdadera vida de un niño. Samuel había obedecido a Elí al hacer todo lo que le había mandado dentro de los atrios del Tabernáculo, y así había prestado servicio al Señor. Ahora había llegado el momento en que, no por mediación, sino directamente, debía escuchar y obedecer.

El primer mensaje que se le confió fue terrible para él, y es interesante notar cómo en su acción se manifestaron los dos elementos de miedo y coraje. Tenía miedo de decírselo a Eli, pero cuando Eli le encargó que lo hiciera, le contó todo el mensaje que se le había confiado.

Hubo un período adicional de entrenamiento y crecimiento antes de que Samuel estuviera listo para asumir el trabajo de liderazgo. Durante ese período, Jehová lo vindicó al no permitir que ninguna palabra de lo que hablaba cayera al suelo, es decir, no se cumpliera. Además, llegó a ser el instrumento por medio del cual Dios se apareció a su pueblo y por medio del cual se les transmitió la palabra de Jehová.

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